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lunes, 28 de septiembre de 2015

MARVÃO. La Lusitania en estado puro


A apenas un centenar de kilómetros de Cáceres se erige, en lo alto de un promontorio, la villa medieval de Marvão, de origen árabe, cuyo nombre significa suave, agradable y plácido. Quizás una premonición de lo que el visitante encuentra en sus calles empedradas, sus blancas casas y su castillo fortificado.
En medio de la región portuguesa del Alentejo, se puede divisar la villa medieval de Marvão. Es fácil ya que está situada en lo alto de un promontorio de 865 metros de altura sobre una llanura plana, un paisaje muy parecido al de Extremadura, comunidad española con la que colinda por la parte de Cáceres, y de la que solo le separa un centenar de kilómetros.
Como buena villa medieval, Marvão es empedrada, sinuosa, irregular y empinada, pero es quizás en ese espíritu de otra época donde radica su singularidad. Por un lado, murallas fuertes y robustas al más puro estilo románico, por otro, un empinado precipicio que hacía las veces de defensa natural del altivo castillo que corona el municipio.






Bastión histórico de la lucha portuguesa contra las tropas castellanas en el siglo XIV, la moralidad y arraigo de las gentes de Marvão en la defensa de la frontera lusa les hizo valedores de portar en el escudo de la villa el lema 'Muy noble y siempre leal villa de Marvão', una buena forma de prever como son, en la actualidad, sus habitantes: leales, valerosos, amables y hospitalarios.
El edificio por el que más se conoce a Marvão es su castillo. De propiedad pública, fue uno de los más importantes emplazamientos defensivos al Sur del Tajo. Declarado Monumento Nacional, tras las guerras castellano-portuguesas, sus alrededores sirvieron como centro industrial y comercial de la villa, donde mercaderes de toda la región del Alentejo y de España se acercaban para ofrecer, entre otros productos autóctonos, vino de la región, castañas asadas y queso.




La Feria de la Castaña
Los mismos productos que, muchos años después, podrán disfrutar los interesados que se acerquen a la popular Feria de la Castaña, evento principal del municipio que este año cumple su 31ª edición y que se celebrará durante el mes de Noviembre.
Puntos de venta de castañas asadas, vinos de la región, de los mejores de Portugal, artesanos que fabrican ropa y artículos de decoración de la misma manera que lo hacían sus antepasados casi seis siglos antes, actuaciones musicales y teatrales en directo y, por supuesto, un ambiente festivo sin igual que hace que muchos españoles se acerquen año tras año.









martes, 22 de septiembre de 2015

BUNDESTAG. La cúpula del parlamento alemán


Este es, sin duda, uno de lugares de visita obligada cuando se está en Berlín.
El Reichstag es uno de los símbolos de la capital alemana, un edificio histórico y clásico con una cúpula moderna en lo alto. Está situado al lado de la línea por donde pasaba el muro de Berlín, estuvo 29 años separado de la puerta de Brandenburgo, a su derecha.
Dentro del edificio Reichstag se encuentra el Bundestag (cámara baja), que es el parlamento alemán. ¡No os confundáis! El Reichstag fue el parlamento en la época imperial, pero el edificio ha seguido siendo conocido como Reichstag aunque ya desapareció el Reich (imperio).




La visita
La visita al parlamento es totalmente gratuita, y es necesario registrarse previamente en su web. Se puede visitar la cúpula y la terraza del edificio. Deberéis mostrar el registro y vuestra identificación. Puede que hayan colas, pero tendréis asignada una hora de entrada, así que no esperaréis mucho en la puerta. Una vez superado los controles, os acompañaran hasta la puerta.
Con un audio guía podemos recorrer toda la cúpula y así conocer los detalles del edificio y explicaciones sobre las vistas que ésta ofrece de la ciudad. Muy útil si queréis informaros sobre el parlamento, es de gran ayuda. Podréis escuchar la historia del edificio, cómo funciona el parlamento y, a medida que vayáis avanzando, obtendréis detalles de las vistas de la ciudad.
Una vez hemos accedido al edificio, después de identificarnos, subimos en ascensor hasta la cúpula. Una vez allí, ya podremos pasear a nuestro aire, subir hasta arriba y contemplar las vistas de la ciudad.



En el centro se puede ver una pequeña exposición sobre la historia de Berlín, y las consecuencias que sufrió el edificio después de la época nazi. Y si os fijáis bien, se pueden llegar a ver algunas sillas de los parlamentarios a través de los cristales que dan al interior.
Empezaremos la visita subiendo y poco a poco podemos ir viendo todos los edificios importantes que rodean el Reichstag, como por ejemplo la Torre de la televisión, la estación de Friedrichstrasse, la nueva sinagoga, el ayuntamiento rojo o la puerta de Brandenburgo.
Una vez arriba vemos que la cúpula está abierta, para dar así luz natural. Y cuando llueve el agua se canaliza impidiendo que se moje el interior del edificio. Podéis sentaros a descansar aquí arriba y disfrutar de las vistas de la ciudad.




Durante el recorrido de bajada disfrutaréis de las vistas de otros lugares como Postdamer Platz, la columna de la Victoria y el parque de Tiergarten. Fijaros que la columna central de la cúpula son espejos que reflejan la luz natural hacía el interior.
De vuelta a la base de la cúpula, podéis salir a la terraza, donde veréis las cuatro columnas que rodean el edificio del Reichstag y su arquitectura. En uno de los patios interiores se puede leer Der Bevölkerung (la población).
Es realmente impresionante poder visitar la cúpula del parlamento y poder ver la ciudad desde las alturas. ¡No dudéis en registraros!







GALERÍA DE IMÁGENES

miércoles, 16 de septiembre de 2015

PARQUE NACIONAL BANNF. La referencia de las Rocosas Canadienses.


En otoño de 1883 tres operarios del Canadian Pacific Railway que trabajaban en la ampliación del trazado del tren que uniría la Columbia Británica con las Cuatro Provincias Atlánticas de Canadá descubrieron por casualidad un manantial de aguas termales en la ladera este de las Montañas Rocosas canadienses –provincia de Alberta–. Dos años después se creaba el Parque Nacional de Banff, bautizado así en honor a la localidad escocesa de Banffshire, cuna del antiguo director de la compañía ferroviaria. Desde ese momento, tanto las autoridades federales como la propia Canadian Pacific Railway no escatimaron esfuerzos para convertir el parque en un destino vacacional y de salud gracias a su balneario, con el fin de obtener ingresos que aliviaran el enorme coste de construcción de la línea férrea.
El Parque Nacional de Banff, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, consta de 6.641 metros cuadrados de valles, circos glaciares, montañas, bosques de coníferas y ríos. Si no se dispone de mucho tiempo, el visitante puede llevarse una buena panorámica desde el teleférico que llega hasta la cima del Monte Sulphur, con vistas de las montañas colindantes, el lago Minnewanka, el Valle de Bow y las pequeñas localidades de Jasper, Lake Louise y Banff. Esta última, con poco más de 8.000 habitantes, es el epicentro de casi toda la actividad humana en el parque. Poco hay que hacer en el pueblo salvo acercarse hasta los Jardines de Cascade y tomar la típica fotografía de la Banff Avenue con el monte Cascade de fondo.






Los lagos del parque son de un vivo azul turquesa por los sedimentos que arrastran las aguas glaciares. El lago Louise, a los pies de los glaciares Victoria y Lefroy, es, con casi un kilómetro cuadrado de extensión, uno de los parajes más visitados del Parque, aunque no el más extenso, honor que corresponde al lago Minnewanka, un lago glaciar agrandado para la construcción de una central hidroeléctrica. Bajo sus aguas, los restos de Minnewanka Landing, el pequeño pueblo engullido en 1941 para la construcción de la presa que hace las delicias de los submarinistas. También los tres pequeños lagos Vermillion son un excelente observatorio de aves acuáticas y gansos.
Apenas a 4 kilómetros de Banff se llega a los famosos Hoodoos, unos pináculos de roca caliza erosionada por el viento y la lluvia en el Valle Bow. La ruta sigue hasta el Monte Tunnel, un modesto montículo de apenas 1.692 metros llamado Búfalo Dormido por los indios stoney, excavado en su interior para que pasara el ferrocarril.




Alces y osos
Los amantes de las travesías de montaña –a pie, en bicicleta o a caballo– disponen en Banff de 1.500 kilómetros de pistas, 50 zonas de acampada y varios refugios y cabañas. Para el mantenimiento del parque se cobra una entrada que nunca supera los diez dólares. Pese a que existe un pequeño servicio de transporte público, lo más práctico es desplazarse en vehículo privado siguiendo siempre las normas de seguridad en cuanto a respeto por la naturaleza y cautela con animales salvajes, sobre todo con lobos, alces y osos. No dejar comida que pueda atraerlos y llevar bien empaquetada la que se va a consumir, desplazarse en grupos, no actuar de manera amenazante, llevar siempre un spray antiosos y, sobre todo, no salir del vehículo si uno de estos animales invade la carretera son medidas de seguridad elementales para preservar la vida del ecosistema y la del propio visitante.
Posiblemente la ruta de senderismo más sencilla y también la más transitada es Sunshine Meadows, un valle de verde intenso en verano y cubierto casi todo el año por nieve. Situado a 2.200 metros de altitud, está coronado por el monte Assiniboine (3.618 m), el pico más alto de las Rocosas canadienses.
El trekking se permite siempre que no se salga de los senderos. Los meses más recomendables para el senderismo son de mayo a octubre, si bien en las zonas más elevadas la nieve puede no desaparecer del todo hasta el verano. El deshielo y las lluvias de primavera pueden provocar riadas inesperadas, por lo que los excursionistas deben estar prevenidos.









martes, 8 de septiembre de 2015

LA CATEDRAL DE SAL. Una catedral bajo tierra


Muy cerca de Bogotá existe una catedral única en el mundo, excavada bajo tierra en lo que fue una mina de sal. Un laberinto de 8500 metros de socavones, cámaras intermedias, nichos y altares, donde los pisos, techos y paredes fueron cinceladas sobre sedimentos de sal.

“Una cosa es levantar una catedral en las escarpadas alturas de una montaña, como acercándose al cielo, y otra cosa es levantarla en los subsuelos oscuros donde habitan los demonios.” Así describió el poeta paraguayo Elvio Romero a la Catedral de Zipaquirá, en un encuentro de poesía realizado unos años atrás en la atmósfera misteriosa de este lugar, entre estalagmitas y estalactitas que brotan a 180 metros de profundidad.
Cada año pasan por Zipaquirá unos 300 mil peregrinos que llegan de todo el país a esta localidad del departamento de Cundinamarca, a una hora de Bogotá. Conviene llegar temprano para sentir en soledad el silencio penumbroso de esta rareza como no existe otra en ningún otro lugar del mundo. Y hay algo que debe quedar en claro de antemano: a pesar de que a simple vista todo parece de piedra, tanto los techos, pisos y paredes, como las columnas, las cruces y hasta una virgen, están tallados en sal. Todo es de color oscuro en lugar de blanco –porque la sal no es pura–, salvo en algunos sectores donde las filtraciones de agua limpian y cristalizan la sal, que parece entonces brotar de las paredes como si fuese nieve.





Se entra por un largo túnel parecido a un catafalco y se va avanzando en la oscuridad, un poco a tientas, pero sin peligro, a lo largo de las catorce estaciones de un Vía Crucis donde en verdad no hay imágenes del suplicio más famoso de la historia sino simples cruces muy gruesas talladas en sal. De repente, el paseo desemboca en una gran nave central cuyas proporciones impresionan por su mera descomunalidad. Un sutil juego de luces tenues subraya lo importante: la cúpula de donde brotan estalactitas como lágrimas colgantes; una gran cruz de 16 metros en bajorrelieve sobre la pared; un altar mayor tallado en un solo bloque de sal; la infaltable Piedad, y una enorme columna circular que parece de cemento, pero también es de sal. En este lugar se respira un leve aroma a azufre y corre un agradable frescor matizado por los murmullos del agua que se filtra entre las grietas desde las profundidades de la tierra. En una cámara circular junto a un confesionario, el eco de las palabras retumba hasta lo increíble, y muchos aprovechan el fenómeno y la intimidad para cantar en libertad.

LA MONTAÑA MAGICA La Catedral de Zipaquirá fue inaugurada el 16 de diciembre de 1995, en reemplazo de otra similar, pero más pequeña. La vieja catedral –ubicada en las cercanías de la actual– estaba sucumbiendo al avance de las grietas y a la inestabilidad de sus paredes, como consecuencia de una mala planificación. Pero la nueva catedral tiene en cambio unos cimientos muy firmes y está en el interior de una montaña donde existió una mina de sal. Para construirla se extrajo de los socavones una incontable cantidad de toneladas de sal, dejando un espacio vacío de 8500 metros de longitud donde se construyó la catedral, todo a fuerza de dinamita, pico y pala.
La catedral está dividida en tres partes. Primero está el Vía Crucis y luego el coro con el nártex, conformando un complejo laberinto. Y por último están las tres naves. En su interior caben 3500 personas y para su construcción se gastaron 4 millones de dólares.






LA LEYENDA DE LA SAL Las salinas de Zipaquirá tienen una existencia milenaria, y fueron explotadas por los indios muiscas que, además del uso práctico, hicieron de la sal su principal medio de intercambio, o sea su moneda. La sal fue el origen de varias guerras entre los distintos pueblos muiscas que se disputaban el dominio absoluto de este bien comercial. Según la leyenda indígena, la sal fue descubierta por un niño muisca que jugaba con sus amigos en los alrededores de las minas y tuvo un tropiezo. Al caer golpeó su boca contra un trozo de piedra con extraño sabor y llevó una muestra a sus mayores, que descubrieron en ella un condimento ideal para sus alimentos y un medicamento efectivo para ciertos males. Los indígenas pronto aprendieron a transformar la sal vijúa –o primitiva– en sal de consumo y en sal compactada. Siglos más tarde, el barón Alexander von Humboldt visitó las minas de sal de Zipaquirá y aconsejó una explotación comercial, dando origen a la apertura de la primera galería. Hoy en día, tanto las minas como la catedral están consagradas a la Virgen Nuestra Señora del Rosario de Guasá, conocida también como la Virgen Morenita en homenaje al segundo apellido de su escultor, Daniel Rodríguez Moreno, un devoto minero que hacia 1920 moldeó una terracota policromada con esta imagen.