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jueves, 20 de agosto de 2015

MALTA. El secreto mejor guardado del Mediterráneo.


Consideradas durante mucho tiempo como un microcosmos del Mediterráneo y siendo las preferidas por los viajeros que buscan una experiencia isleña auténtica, estas maravillosas islas ofrecen una impresionante variedad de lugares históricos y culturales, junto con un amplio espectro de actividades, que hacen de Malta un lugar de vacaciones único en cualquier periodo del año.


Un corto viaje a través de una larga historia
La historia de Malta ha dejado tras de sí un rastro de más de 7.000 años. En Malta se encuentran los templos más antiguos que se conocen. Citada en la Odisea como hogar de Calipso, las últimas teorías sobre la isla apuntan a que ésta pudo formar parte de la Atlántida que describió Platón en uno de sus estudios sobre el manuscrito egipcio Atlánticos.
Como muestras de una arquitectura centenaria, Malta ofrece: la ciudad amurallada de Medina, las ruinas romanas, las catacumbas, y el templo al aire libre más antiguo. Malta cuenta con varios emplazamientos proclamados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: la ciudad de La Valletta, el Hipogeo de Hal Saflieni y los Templos Megalíticos de Malta (Gjantija, Hagar Qim, Tarxien, Mnajdra y Ta’hagrat & Skorba).
La cristiandad llegó pronto a las costas de Malta. En el año 60 d.C. San Pablo naufragó en la isla durante su último viaje a Roma y durante sus tres meses de estancia en la isla creó el primer obispado. En Malta y Gozo se erigen 300 iglesias entre las que destaca la basílica de San Juan en Valletta. Entre las muchas joyas, mármoles y arquitectura que contiene la basílica hay dos de las más importantes obras de Caravaggio: El bautizo de San Juan y San Jerónimo.



Malta y su capital Valletta
La capital de Malta está situada en un promontorio de la costa oriental. Se sitúa entre el Grand Harbour, al sur, y el puerto de Marsamxett, al norte. Se bautizó así a la ciudad en honor de Jean Parísot de la Vallette, Gran Maestro de la Orden de los Caballeros de San Juan, quien dirigió genialmente la reconstrucción de la ciudad después de expulsar a los turcos en el Gran Sitio de 1565. El diseño ha permanecido prácticamente invariable hasta nuestros días.
Una de las grandes maravillas de la isla de Malta es la ciudad amurallada de Mdina, ubicada en una meseta que se eleva sobre el resto de la isla. Alguna vez capital de Malta, su ciudadela es uno de los ejemplos más finos de una ciudad amurallada medieval. La entrada de la ciudad es a través de un puente levadizo de piedra que conduce a un laberinto de calles estrechas, alineado con las iglesias, monasterios y palacios conectados por minúsculas piazzas.




Gozo y Comino
Si alguien se pregunta si efectivamente existe el paraíso terrenal, es que no ha visitado las islas maltesas de Gozo y Comino, caracterizadas por ser un remanso de paz y un destino idóneo para quien busca unas vacaciones disfrutando del entorno natural.
En la tranquila isla de Gozo se entremezclan colinas, valles, acantilados, pequeños puertos y desiertas calas. Un entorno natural en el que conviven los hoteles de lujo con pequeños restaurantes tradicionales donde el pescado y los productos del campo son los protagonistas. Gozo es la isla hermana de Malta y la segunda más grande del archipiélago.
En las proximidades de la ciudad de Xaghra se encuentran los templos megalíticos de Ggantija, en muy buen estado de conservación y que son un ejemplo excepcional de los monumentos prehistóricos que se encuentran en las islas maltesas. La acción de las olas con el paso de los años ha abierto en las rocas una ventana al mar: la Ventana Azul, un espectáculo de la naturaleza. Son dos gigantescas columnas de roca, coronadas por una inmensa cornisa rocosa con una longitud de 100 metros y una altura de 20 metros que es el paso para salir al Mediterráneo.
La isla de Comino se caracteriza por sus numerosas calas, rocas que se adentran en un mar cuyas aguas transparentes ofrecen las mejores condiciones para realizar deportes acuáticos como windsurf y buceo. Entre Comino y la isla de Cominotto se encuentra la Laguna Azul, con sus aguas de un intenso color azul turquesa rodeadas por una línea costera bañada por el sol.




Destino de buceo
Malta y Gozo son los mayores destinos de buceo en el Mediterráneo. El clima templado permite el submarinismo todo el año con una gran visibilidad bajo el agua, incluso en invierno. El archipiélago de Malta ofrece la mejor oferta de submarinismo del Mediterráneo, 35.000 buceadores dan testimonio de ello todos los años con sus visitas a las profundidades de Malta, Gozo y Comino. 
La excelente claridad de las aguas, con una visión de más de 30 metros, los espectaculares paisajes submarinos y la salud de la flora y fauna hacen del archipiélago maltés un destino de buceo fascinante.







jueves, 13 de agosto de 2015

EL MONTE POPA. Un Monasterio construido encima de un volcán.


Ubicado en la zona central de Birmania, a unos cincuenta kilómetros de la zona monumental y arqueológica de Bagan,  el monasterio de Taung Kalat se alza majestuoso sobre un pedestal poco común. El inverosímil emplazamiento que ocupa es uno de sus mayores atractivos, pues Taung Kalat se encuentra ubicado justo encima del Monte Popa, el cuello de un antiguo volcán del que no se sabe con certeza si permanece activo o no. Los budistas lo veneran como a una montaña sagrada, considerándola la morada de los treinta y siete Nats, que son los espíritus de las fuerzas naturales como el agua, el viento, las piedras o los bosques, contando con el mismo número de estatuas que los representan en la base del pináculo, conformando un interesante sincretismo del budismo y el animismo, una creencia utilizada por los reyes de Bagan para unir a la nación. El Monte Popa está considerado como la morada de cuatro de los Nats más poderosos, conformando el centro de culto animista más importante del país, por lo que suele ser designado como el Olimpo de Birmania.





Los alrededores del Monte Popa son zonas áridas donde abundan los arbustos espinosos y pequeños árboles, en contraposición con los frondosos bosques tropicales característicos del país, aunque sus zonas más próximas cuentan con más de doscientos manantiales y arroyos, constituyendo un pequeño oasis en medio del desértico paisaje situado en la zona central de Birmania. Un lugar donde los árboles, las flores y las hierbas medran gracias a la fértil tierra de la ceniza volcánica y la abundancia de agua.





La única forma de acceder al templo budista es a través de una escalera compuesta por 777 escalones que asciende desde una de las laderas del tapón volcánico hasta la cima, donde los visitantes se encuentran un complejo de edificios donde residen los monjes budistas y donde pueden contemplar las cinco pagodas doradas. Los que ascienden a él, son recompensados ​​con una vista extraordinaria. Desde la altura pueden observar las diminutas casas que se aglomeran a los pies del Monte Popa, conformando dispersas aldeas, al noroeste, los templos de Bagan se perfilan en el horizonte, y hacia el este la cumbre boscosa del Ma Taung-gyi, un enorme cráter de más de un kilómetro de diámetro que pertenece al volcán responsable de la creación del cuello volcánico sobre el que se alza el templo.
Taung Kalat se puede traducir como "La Colina Pedestal", un nombre apropiado para este santuario que se alza sobre una antigua chimenea del volcán, un oasis en medio de yermos páramos, un lugar de peregrinación budista que integra la morada compartida de los monjes, los poderosos Nats y los numerosos macacos que proliferan en el templo, siempre dispuestos a conseguir algo de comida de los turistas.










jueves, 6 de agosto de 2015

CHEFCAHOUEN. La ciudad de los azules


Azul índigo, azul cobalto, azul celeste, azul violáceo... en Chefchaouen, una pequeña ciudad del Norte de Marruecos, todas las tonalidades de azul se entremezclan en una combinación tan relajante como fotogénica. Chefchaouen, es el sitio perfecto para una breve escapada, respirar aire puro mientras se realiza algún paseo por la montaña, apoltronarse en la plaza Uta el-Hammam donde todos los caminos confluyen, pero sobre todo recorrer su preciosa medina intentando retener el reflejo de cada tonalidad del color que le ha hecho famosa.

Cada año, justo antes del Ramadán los habitantes de la pequeña ciudad de Chefchaouen se afanan en esmero en limpiar casas y encalar fachadas. Es la llamada Laouacher, una verdadera fiesta en la que unas 15 toneladas de pintura blanca y azul se utilizan para pintar las casas de la medina resultando en una mágica paleta de lapislázulis y turquesas. Sobre el porqué del azul nadie parece ponerse de acuerdo, para unos se trata una mera cuestión práctica pues este color ahuyenta a las moscas, para otros fueron los judíos quiénes a partir de 1930 empezaron a pintar puertas y fachadas para reemplazar el color verde del Islam. Sea como fuere Chefchaouen es hoy por excelencia la “ciudad azul”, un oasis de calma y tranquilidad en las estribaciones de las montañas del Rif.





Nos adentramos por el entramado de callejuelas de la medina y advertimos un orden perfecto inimaginable en las medinas de otras ciudades marroquíes donde reinan el caos y una agitación permanente. Aquí cada rincón, cada fachada, es una fantástica instantánea que el objetivo de nuestra cámara recoge sin parar: un tejedor en plena faena, la aldaba de una puerta, unos niños jugando con su yoyó sobre un fondo azul celeste… Las influencias andaluces son más que evidentes y es que durante los siglos XV al XVII muchos de los moriscos y judíos que fueron expulsados de España se instalaron aquí.
Más tarde, Chefchaouen entraría a formar parte del protectorado español sobre el norte de Marruecos. No es de extrañar, pues, que el español se hable con una facilidad asombrosa y que sus habitantes prefieran el castellano al francés más frecuente en otras partes de Marruecos. “Yo veo siempre la tele de España”-me dice una señora con un acento impecable.
En Chefchaouen las gentes son amables, pero se echa en falta la sonrisa franca y las calurosas muestras de hospitalidad tan frecuentes en otras partes de Marruecos. Alguien me explica que hasta la entrada de las tropas españolas en 1920, Chefchaouen era una ciudad casi impenetrable cuyo acceso estaba vetado a cristianos y extranjeros bajo pena, incluso, de muerte. Eso explicaría el porqué de la desconfianza del extranjero con los no foráneos y la timidez de las mujeres que se resisten a mirar a los ojos bajando la mirada ante mis preguntas.






Cuando la compleja gama de azules comienza a saturar nuestras pupilas es el momento de sentarse en la plaza Uta el-Hammam, el verdadero corazón de la villa, para tomarse un té a la menta. Desde cualquiera de los cafés que la bordean podremos contemplar el minarete octogonal de la Gran Mezquita (acceso sólo es permitido a los musulmanes) y las murallas de la Alcazaba. Pero antes, aprovechemos para apreciar el maravilloso entorno con el valle circundante, el aire fresco de montaña y el perezoso ir y venir de los transeúntes, muchos de ellos españoles con mochila a la espalda. En la plaza algunos locales sondean la posible clientela para la venta de hachís.
Chefchaouen además de un remanso de paz es también el principal centro de producción de hachís de todo Marruecos. Como fruto de la alta demanda europea se calcula que entre 1993 y 2003 los terrenos de cultivo de esta hierba se triplicaron con el consiguiente perjuicio para las zonas de bosque. “-Kif, Kif”- ofrece discretamente un hombre al grupo de jóvenes sentados en la mesa de un café.
La impresionante alcazaba fue construida en 1471 por el fundador de la ciudad Moulay Ali ibn Rachid. Un precioso jardín de palmeras nos da acceso a las torres desde donde obtendremos una magnifica vista de la ciudad. Un modesto museo etnográfico y una pequeña galería de arte sin demasiado interés completan la visita.
A continuación, ascendemos al punto más elevado de la ciudad justo al lado de una de las siete puertas de Chefchaouen, para encontrar Ras-el-Mâa, un manantial que abastece de agua potable la ciudad y donde cada mañana las mujeres del pueblo vienen a lavar la ropa en una alegre algarabía. Imperdible el parloteo de estas mujeres mientras restriegan con tenacidad las prendas en el agua, mientras se contempla el collage de azules de la medina.