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jueves, 26 de marzo de 2015

PUNTA DEL ESTE. Sinónimo del Jet Set internacional.


La ciudad de Punta del Este, que pertenece al departamento de Maldonado, se ubica en el extremo sureste de Uruguay sobre una larga península de arena, bosque y piedra que le ha dado nombre. Es uno de los centros turísticos más importante y elegidos del país por miles de visitantes de todas las edades y nacionalidades. Sinónimo del jet set internacional, de la buena vida y el buen gusto, Punta del Este es uno de los lugares en el mundo a los que siempre se quiere volver, quizá porque sus hermosas playas son el destino perfecto para quien decide ir en busca de sol, arena blanca, bosque, aguas claras y mucho glamour.
De clima templado, con temperaturas de entre 25 y 32º C en verano, y con fríos que no superan los 0º C durante el invierno, Punta del Este reúne las expectativas climáticas para disfrutar tanto del calor como del frío.






Ubicada a sólo 130 kilómetros de Montevideo, la ciudad costeña se encuentra comunicada con el resto del país por un sistema de transporte moderno que incluye aeropuertos, puerto de yates, autobuses, taxis y remises, que permiten al visitante trasladarse por la ciudad y sus alrededores en cuestión de minutos.
Punta del Este se divide en dos partes que, aunque opuestas, no dejan de formar parte del mismo lugar: la playa Mansa y la playa Brava.
La Mansa, de aguas más calmas por encontrarse del lado del Río de La Plata, está protegida de los vientos oceánicos que provocan olas rebeldes sobre las costas de La Brava. En esta última se puede ver la famosa escultura de “La mano sobre la arena”, realizada en 1982. Sofisticada y natural, Punta del Este posee una rambla, casas suntuosas, edificios modernos, las marcas más lujosas, las personalidades top, los mejores restaurantes y los hoteles de mayor categoría.
Su avenida principal, más reconocida y renombrada, es “la Gorlero”, la cual se convierte día y noche en una glamorosa pasarela por la que circulan miles de visitantes que la caminan sin perderse detalles.






En la plaza Artigas, otro lugar emblemático para encontrarse al atardecer, numerosos stands de artesanos exponen sus bellísimos productos realizados en piedra, vidrio, madera y otros materiales.
En los alrededores del sur de Punta del Este, aparecen lugares realmente bellos como Portezuelo, Solanas y Punta Ballena, donde se puede visitar “Casapueblo”, una obra maestra majestuosa realizada por el escultor uruguayo Carlos Páez Vilaró. Además de funcionar el lugar como hotel, es un museo-atelier donde se realizan numerosas exposiciones de pinturas, cerámicas y esculturas.
Esta vez para el Norte, otro sitio para visitar es la Isla de Lobos, ubicada frente a la playa Brava. Allí, además de un gran faro, se puede observar la colonia más grande de lobos marinos de América del Sur. 
Punta del Este lo tiene todo; no por nada mundialmente se la conoce como la "perla del Uruguay", un apodo que desde su creación se ha ganado con total justicia.








viernes, 20 de marzo de 2015

LA ACRÓPOLIS DE ATENAS. La roca sagrada


La Acrópolis de Atenas, conocida como «la roca sagrada», es la joya de la Grecia clásica. Sus templos han maravillado al mundo durante siglos y han dejado constancia de la Edad de Oro de la capital ateniense (siglo V a.C.), cuando en ella confluían arte, riqueza y democracia. Sucedía todo bajo la batuta del estadista Pericles, a quien se debe esta maravilla monumental. El astuto político, gobernante de Atenas entre el 461 y el 429 a.C., desvió fondos del tesoro público –en un acto de corrupción que paradójicamente habría que agradecerle– para reconstruir la Acrópolis, arrasada por los persas el año 480 a.C. La colina de Atenas sobre la que se emplaza, habitada desde la Antigüedad, pronto se convirtió en un lugar sagrado, visible desde toda la ciudad.
Para visitar la Acrópolis conviene madrugar, por la afluencia de visitantes todo el año y por el calor en verano. Ascendiendo la colina desde la ladera sur, uno de los primeros vestigios que se encuentra es el teatro de Dionisio (siglo IV a.C.) –el más antiguo que se conserva–, donde hasta 17.000 espectadores presenciaban las obras de los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides. Por encima de sus restos se avistan las murallas; fueron construidas no solo para defender, sino también para cimentar los desniveles de la colina. Tras atravesar el templo de Asclepio (dios griego de la medicina) y recorrer la columnata del rey Eumenes II, se llega al odeón de Herodes Ático (siglo II), otro teatro magnífico que aún acoge conciertos de música clásica y ópera, dada su envidiable acústica.





Cúspide de la colina
La zona alta de la Acrópolis fue la más difícil de recuperar durante los trabajos arqueológicos del siglo XIX. Había sido fortificada por los francos en la Edad Media y la encontraron cubierta de edificios de la época turca, como se ve en unos grabados del Museo Benaki. La Acrópolis estaba precedida por los Propileos (V a.C.), un monumental vestíbulo construido por el arquitecto Mnesicles, quien combinó en él por vez primera columnas de estilos distintos (dórico y jónico). Tenía una nave central y salas laterales que, según el viajero e historiador heleno Pausanias (siglo II), albergaban en su época una pinacoteca de temática mitológica.
Junto a los Propileos, asomado a la ciudad desde un saliente, queda el pequeño y exquisito templo de la diosa Atenea Niké (Victoriosa), creado en el siglo V a.C. para conmemorar el triunfo de los atenienses sobre los persas.
Al viajero antiguo que entraba en la Acrópolis le recibía una estatua de nueve metros de la diosa Atenea Promakos (Campeona) realizada por Fidias, el escultor más famoso de Atenas, quien también supervisó las obras del conjunto; trasladada a Constantinopla por los bizantinos, acabó destruida por una turba de cristianos en el siglo XIII.
Ahora, lo primero que ve y asombra al visitante es el imponente Partenón (438 a.C.), esencia de la Acrópolis y cumbre del arte clásico. Tardó quince años en construirse, todo en mármol, a excepción del techo de madera, y tenía los frisos y frontones coloreados.




La Sala Sagrada
En un extremo del edificio estaba la naos, a la que solo accedían los iniciados. Allí se veneraba a la diosa Atenea Partenos (Virgen), representada en otra escultura de Fidias, ésta de doce metros y cubierta de oro y marfil. También fue transportada a Constantinopla, donde se le perdió la pista. Para tener una idea de cómo era se puede ver una copia romana más pequeña en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Frente al Partenón se erigía el Erecteión, el templo más sagrado del conjunto. Fue construido donde, según la leyenda, se enfrentaron los dioses Poseidón y Atenea para poseer la ciudad. Lo más bello del edificio son las refinadas cariátides, las columnas con forma de cuerpos femeninos que sustentan el pórtico sur; las originales se guardan en el Museo de la Acrópolis. Aunque tras los Propileos solo quedan en pie el Partenón y el Erecteión, en la cima se contemplan otros restos como el altar de Zeus y los templos de Poseidón y Atenea Ergane (Obrera)
Desde los Propileos se puede abandonar la Acrópolis por la primitiva entrada, la actual Puerta de Beulé, nombre del arqueólogo francés que la descubrió en 1852. Por ella se desciende a los pies de la colina donde está el moderno Museo de la Acrópolis, abierto en 2009 y complemento imprescincible de la visita. Exhibe desde monedas a magníficas esculturas, frontones y frisos del Partenón y, bajo un suelo de cristal, restos hallados durante la construcción del edificio. 
Lo mejor para despedirse del yacimiento es contemplar sus ruinas desde la vecina colina de Pnyx. Viendo virar el mármol de la Acrópolis del amarillo al fogoso carmín del atardecer, sobre los edificios blanquecinos, el viajero se da cuenta de la genialidad alcanzada por los atenienses que vivieron hace casi 2.500 años.







sábado, 14 de marzo de 2015

SAMARCANDA. La ciudad de las mil y una noche.


Hay muchos nombres en el mundo que inconscientemente nos guían al mundo de los sueños, y al escucharlos o leer sobre ellos impactan al instante en nuestra mente, pero si hay un sustantivo que atrae nuestra imaginación sobre el resto, ese es Samarcanda. Parece emerger de la tierra de los príncipes y princesas, de los bailes y el placer, por donde pararían todo tipo de culturas y religiones en un continuo desfile de fabulosas historias viajando en caravana.
Actualmente Samarcanda es la segunda ciudad más grande de Uzbekistán, con casi 500.000 habitantes, sólo por detrás de Taskent, la capital. Con más de 27 siglos de antigüedad, en el año 2001 la UNESCO la declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad y no es de extrañar, pues si por algo es conocida esta ciudad de los cuentos de “Las Mil y una Noches”, es por la famosa plaza de Registán, donde se alzan tres imponentes madrazas: la de Ulug Bek al Oeste, con un enorme mosaico inspirado en temas astronómicos, la madraza Sherdar al Este, a imagen y semejanza de la anterior, pero con el emblema en el tímpano de la pantera de las nieves simbolizando el poder y la fuerza de Samarcanda, y por último situada de frente, la madraza Tilla-Kari. Ideada en principio como una mezquita que también sirviera de madraza, fue la última en erigirse en el año 1660, y su nombre significa “cubierta de oro”, debido a la riqueza de los dorados utilizados en su cúpula, muros y minarete.






La mezquita Bibi Khanum es otro ejemplo de la grandiosidad y el poder de Tamerlán. Construida para ser la más grande de todo el imperio, en ella participaron los mejores artistas y arquitectos, e incluso se utilizaron elefantes para ayudar en el transporte de los materiales. Cinco años hicieron falta para finalizar esta gran obra, pero fue derribada por el Kan timur poco antes de ser terminada, porque no alcanzaba las grandiosas proporciones que él deseaba. Siguiendo los deseos del Kan los minaretes del portón principal llegaron a alcanzar los 50 metros. Esta soberbia altura y la rapidez en su construcción conllevó que la mezquita sufriera varios derrumbamientos a lo largo del tiempo, y que hoy sólo sea un destello de lo que fue.




Otra de las visitas imprescindibles es la necrópolis Shah-i-Zinda, construida sobre la ladera de la colina Afrasiab, denominada así por el fundador de Samarcanda, y donde dicen está enterrado Qusam ibn Abbas, un primo del profeta Mahoma. Durante el imperio de Tamerlán construyeron aquí más de veinte mausoleos, en los que descansan las tumbas de varias personas de su familia y algunos de sus generales. Sin embargo, si por algo destaca este complejo es por los azulejos de cerámica mayólica en colores azules y turquesas que adornan los monumentos en forma de cenefas y dibujos geométricos de una belleza sin igual. Para ver la tumba del gran Tamerlán hay que desplazarse hasta el mausoleo Gur-Emir, precursor del renacer de un nuevo estilo arquitectónico en Asia Central con grandes portones, altas cúpulas azules y la cerámica mayólica.





Merece la pena acercarse hasta el recién restaurado Observatorio de Ulug Bek, nieto de Tamerlán y también gobernador, que construyó en el año 1420 debido al interés que le suscitaban los temas astronómicos. El observatorio se hizo famoso gracias al libro escrito por Ulug bek titulado Zidj y que contiene introducciones teóricas y un catálogo de 1.018 estrellas, así como por el inmenso sextante astronómico que utilizó para medir las posiciones de las estrellas con una precisión asombrosa. También se puede visitar la mezquita Khazret Khyzr, el mausoleo de San Daniel, el de Rukhabad, el museo histórico de Afrosiab…








miércoles, 4 de marzo de 2015

KAMCHATKA. Una península volcánica al borde del mundo.



La península de Kamchatka es diferente. Las mejores imágenes de Kamchatka podrían sorprender a cualquier extranjero que está de turismo en Rusia. Kamchatka no forma parte del mapa de Rusia; es su colonia. Tan solo han pasado 300 años desde que se construyó aquí el primer presidio y el territorio sigue indómito.
Casi tan extensa como Francia, cuenta con solo 3 ciudades: Yelizovo, con el principal aeropuerto de la península; Viliuchinsk, base de submarinos atómicos y Petropávlovck-Kamchatsky, la capital de la península Kamchatka y lo único que los habitantes consideran una verdadera ciudad.
El clima severo, el oso, terremotos, volcanes… esta tierra ha sido literalmente conquistada a la naturaleza rusa. La misma Petropávloks-Kamchatsky recuerda a un campo de concentración: de un lado la gélida bahía de Avacha; del otro, los impenetrables montes de abedules enanos, qué nada tienen que ver con los idílicos árboles que cubren gran parte de Rusia.
La semilla de Petropávlovsk la sembró el explorador de la armada rusa Vitus Bering, que dio su nombre al estrecho de Bering y el de sus barcos “Pedro” y “Pablo” al campamento que fundó en la bahía en 1740. Y es que hasta mediados del siglo XVII los indígenas de Kamchatka (koryaks, chukchis, evens, alutors y kereks) no habían visto al hombre blanco. 






La gente aquí es sencilla, bondadosa y profesa una cortesía olvidada. Viven como un barco perdido en el espacio y en el tiempo. Sus pasajeros son desterrados de la historia, de la URSS. Durante los años 60 y 70 aquí vinieron aventureros, buscadores de fortuna, mochileros, disidentes de la “construcción del socialismo”, bohemios de guitarra al hombro en busca de lugares que no aparecen en los mapas… la mayoría vinieron para una temporada, pero después del estallido de los 90, La gente se quedó, a pesar de que el aislamiento durante esta década fue más real que nunca. Esto permitió un renacimiento cultural meramente autóctono centrado en la canción de autor, la fotografía y la etnografía. Fruto de esta situación surge la pureza de la lengua rusa que aquí se habla, carece de los acentos de otras repúblicas y de los vicios impuestos por las modas.
Andan escasos de sol en Kamchatka, pero sobra de todo lo demás: el inmenso océano pacífico, montañas y volcanes, fiordos y taiga. De diciembre a mayo se puede practicar esquí alpino y el verano se organizan excursiones, alpinismo y barranquismo. Hay aguas termales donde se toman baños todo el año. La reserva natural de Kronotsky  supone un ecosistema único e irrepetible en Euroasia, conocido como tierra de Hielo y Fuego.
Pero pocos turistas rusos pueden permitirse venir a Kamchatka. No hay tren ni carretera ni barcos de pasajeros, por lo que el medio más común es el helicóptero. Un viaje a Kamchatka requiere una planificación meticulosa, como en la guerra, y un buen resultado no puede comparase sino con la victoria.




Los volcanes de Kamchatka son Patrimonio de la Humanidad desde 1996. Tres de ellos dominan el paisaje de Petropávlovsk-Kamchatsky, situados a tan solo 35 km de la ciudad; no hay ningún artista local que no los haya dibujado alguna vez. El Koryatsky, con 3456 metro es el más alto, seguido del Avachinsky, que de alguna manera lo abraza. Ambos presentan actividad, aunque la última erupción significativa data de 1957.
Eso es una localidad conocida como la Suiza de Kamchatka, sus fuentes termales la han convertido en destino turístico y también  principal productor de verduras, que se cultivan todo el año en invernaderos al calor de las fuentes.
El Valle de los Géiseres contaba con una veintena de geiseres activos hasta el 3 de junio de 2007, cuando un cataclismo cambió su orografía. Kamchatka es una geología muy joven.