Surgidas de la necesidad de aprovechar hasta el ultimo centímetro cultivable de las laderas de las colinas, las terrazas del distrito de Yunnan, en el suroeste de China, constituyen una de las obras más bellas creadas por el hombre. Los agricultores de las etnias Yi y Hani han trabajado estas laderas desde hace unos 1,300 años, cultivando arroz en cuestas cuyas alturas oscilan entre los 150 y
El cultivo del arroz ha sido durante siglos uno de los
pilares esenciales de la economía China. Este cereal se considera uno de los
alimentos básicos de la cocina asiática, y es el segundo cereal más producido
del mundo, tras el maíz. Las estadísticas demuestran que el arroz es responsable del aporte calórico de casi las tres
cuartas partes de la alimentación de la población en esas regiones. Con más de
1.500 millones de habitantes, China debe aprovechar hasta el ultimo rincón cultivable de su
territorio, por lo que a lo largo de los siglos sus agricultores han encontrado la forma de sembrar sus cultivos en lo
sitios más extraños. Las laderas de las montañas y colinas del distrito de Yunnan, en el suroeste de China, están cubiertas por terrazas en las que puede verse como crece el arroz a lo largo del
año.
Las etnias Yi y
Hani han ido perfeccionado este sistema
de cultivo a lo largo de unos 1.300 años. Las terrazas no son otra cosa que una modificación de las pendientes
montañosas para que se conviertan en una serie de superficies planas y
escalonadas sobre las que se puede trabajar. Si bien las plantas podrían crecer
sin problemas sobre un sustrato que se encontrase inclinado en prácticamente
cualquier ángulo, lo cierto es que a la hora de proporcionar el agua que estas
plantas necesitan -el arroz crece en terrenos que deben estar inundados una
buena parte del tiempo- no hay otra solución que disponer los cultivos en
superficies horizontales. Esta distribución también facilita las tareas de
siembra y recolección.
Las laderas de las montañas y colinas de Yunnan son mundialmente famosas. Si bien este tipo de cultivo se
aplica en otras regiones del mundo, en ningún otro sitio cubre una superficie
tan importante como en este lugar. La belleza de estas terrazas, que se ubican
una tras otra como si fuese una enorme escalera que va desde los 150 hasta los 2.000 metros de altura, las han convertido en un lugar
turístico.
El trabajo de los
agricultores encargados de estas terrazas no es fácil. Los escalones cultivables se inundan cada año entre los
meses de octubre y marzo, y los responsables de sembrar el arroz deben preparar
el suelo para que cuando llegue el agua todo esté listo para la siembra. A lo
largo del año los colores predominantes de la región varían. En abril, por
ejemplo, las laderas se pintan de un tono verde característico de las plantas
de arroz que comienzan a crecer. Más tarde, y a medida que las plantas maduran,
las terrazas se comienzan a teñir de marrón y amarillo. En febrero, cuando el agua
inunda los campos, las montañas reflejan el cielo pintándose de tonos blancos,
azules y celestes.
Los hani han construido aproximadamente unas 70.000 hectáreas
de terrazas como
las de las fotos. Sus agricultores sostienen que pueden hacer ese trabajo en cualquier
montaña, sin importar que tan escarpada o alta sea. Es posible que estén
exagerando un poco, pero lo cierto que es que muchos comparan sus trabajos con obras como la Gran Muralla i las pirámides de Egipto.
Tan importante son las terrazas en la cultura de estas
etnias que cuando nace un bebé Yi o Hani, sus padres organizan una
ceremonia llamada "cultivo de las terrazas": dibujan unos cuadros en el
patio de su casa, que simbolizan las terrazas, y un muchacho de siete años
representa los movimientos de un agricultor que cultivarla terraza con una
azada. Si el bebe es una niña, la encargada de hacer la mímica es una muchacha.
Cuando esta ceremonia ha finalizado recién se considera al bebé un
verdadero miembro de la aldea. En el otro extremo de la vida, cuando alguien fallece se
lo entierra en las ladera contiguas a las terrazas, para que pueda custodiarlas
desde el más allá.
Las terrazas de Yunnan son un claro ejemplo de que las
obras que el hombre debe realizar para poder llevar adelante sus cultivos no necesariamente deben estar
reñidas con la belleza o afear el paisaje.
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